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Baños de Sol: Experiencias en primera persona
Por Irene Fernández.- En nuestro primer y desarrollado mundo, cada vez estamos más preocupados por nuestra salud y cada vez menos saludables.
No paramos de recibir conclusiones de estudios relacionados con la nutrición y la salud que nos enseñan qué debemos comer, qué debemos evitar, qué tipo de ejercicios debemos seguir a diario, etc. Todo ello para sentirnos mejor, más saludables, más jóvenes.
A mi, como vegana que soy, me interesan en gran medida los estudios de nutrición para seguir aprendiendo sobre como debo alimentarme sin tener futuros problemas por carencias alimentarias actuales.
Y justo hoy ha llegado a mis manos un nuevo estudio sobre la biodisponibilidad, la capacidad de un nutriente para ser aprovechado por nuestro organismo. Un alimento puede ser rico en un nutriente cuya biodisponibilidad sea baja. Debemos aprender entonces como consumirlo para realmente aprovecharlo.
En el caso de la vitamina D, la que nos ayuda a absorber el calcio, la mejor forma para que nuestro organismo la sintetice y, por tanto, la aproveche es la exposición al sol.
En nuestro primer y desarrollado mundo en el que vamos de casa al trabajo en coche, es muy posible que durante muchos de días de invierno no recibamos ni un rayo de sol y lo mínimo es estar expuestos 20 minutos al día para que la vitamina D sea absorbida por nuestro organismo.
La primera vez que vi que en la Casa de Acogida, en invierno, subían a los niños a la azotea a hacer los deberes, un ratito, a primera hora de la tarde, aunque hiciera frío, no lo comprendí. Acabábamos de hacerles un aula con bancos para que hicieran más cómodamente los deberes. La subida a la azotea es un poco peligrosa y arriba no hay ni una valla que evite las caídas. Y además era invierno, hacía frio.La verdad, me enfadé.
Entonces, Ramhari, el director, y las cuidadoras de la Casa me dijeron que los niños necesitan sol a diario, que si no se enferman. Que en invierno el sol es su mejor medicina. Y tuve que pedir disculpas y callarme porque ellos no leen investigaciones científicas y no tienen pruebas objetivas, pero saben mucho más que yo y su conocimiento en muchos casos es mucho más profundo que el del primer y desarrollado mundo en el que nos hemos olvidado de observar la naturaleza y lo que ella nos ofrece de forma gratuita y generosa.
*Irene Fernández es miembro de Nepal Sonríe
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