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Josna tiene 12 años. Cuando tenía 9, un traficante llegó a la pequeña aldea de Makwanpur, al sur de Nepal, en la que vivía con sus padres y sus dos hermanos pequeños y les ofreció un futuro mejor para su primogénita.

Con lo que los padres de Josna ganan trabajando en el campo, apenas podían alimentar a sus tres hijos y pensaron que un trabajo como sirvienta en Katmandú significaba mucho más de lo que ellos podrían darle jamás.

Tres meses después, Josna ofrecía su cuerpo por horas y sin salario mediante en un burdel de Bombay.

La historia de Josna es ficticia, y al mismo, tan tristemente común que suena a repetida: aunque las cifras oscilan, se estima que cada año, de 7 a 10.000 chicas nepalíes –niñas de entre 9 y 16 años- son víctimas de tráfico y vendidas para la prostitución en la India, aunque también llegan a otros países como Malasia, China o los estados del Golfo.

Desde hace años, el tráfico de seres humanos es un problema sangrante en Nepal, uno de los países más pobres de Asia según el último Informe de Desarrollo Humano (IDH) del Programa de Naciones Unidas (PNUD), que lo sitúa en el puesto 146 de los 175 estados analizados.

El propio gobierno nepalí ha reconocido que 36 de los 75 distritos del país son altamente vulnerables en términos de trata de personas.

Una simple búsqueda en internet arroja decenas de resultados de ONGs que se dedican exclusivamente a ayudar a las víctimas de trata de este pequeño estado de treinta millones de habitantes, encajado entre las dos mayores potencias asiáticas (China al norte y la India al sur), y que conjuga una renta per cápita anual de poco más de 500 euros con una altísima cifra de paro.

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EXPLOTACIÓN LABORAL Y SEXUAL EN LA INDIA

 “El tráfico de seres humanos en Nepal no es un problema aislado, sino que depende de múltiples
factores, como el analfabetismo, la discriminación por género, el desempleo, la inestabilidad política y por supuesto, la frontera abierta con la India”, explica Bishwo Khadka, presidente de la ONG Maiti Nepal, que se encarga de prevenir la trata y de rehabilitar a las víctimas.

El 70 % son niños, y la India es uno de los destinos principales, debido entre otros factores a que, como señalaba Khadka, la frontera abierta entre ambos países dificulta a las autoridades distinguir la migración legal de la ilegal.

Las cifras son alarmantes: de las personas identificadas como víctima de trata en 2012 en el Estado de Maharashtra, el segundo más poblado de la India y cuya capital es precisamente Bombay (centro económico del país) más del 60 % eran nepalíes.

Se calcula que en la actualidad viven en el país vecino unas 200.000 víctimas de tráfico nepalíes.

El tráfico para la explotación sexual es la forma más habitual, según un informe de la Oficina de Drogas y Crimen de la ONU, aunque también se utiliza a los niños para el trabajo forzado en fábricas, como sirvientes domésticos y para el trabajo en circos.

Pero la trata también se produce a nivel interno: la fundación Nepaleses Youth Opportunity cree que entre 20.000 y 25.000 chicas se convierten en trabajadores domésticas forzadas anualmente sin salir de Nepal.

ESFUERZOS INSUFICIENTES

Las autoridades nepalíes se han enfrentado al tráfico de seres humanos de forma desigual y a todas luces insuficiente.

En los años 80 se aprobó la primera ley de Contro de la Trata de Personas, que fue revisada en 2007 para dar mayor énfasis a la protección y rehabilitación de las víctimas.

En 2012, el gobierno nepalí apoyó el Plan Nacional de Acción contra el Tráfico de Personas e incluso declaró 2013 como el Año Oficial de Lucha contra la Trata de seres humanos.

Sin embargo, en ese tiempo la policía nepalí únicamente registró 144 casos, lo que supone una gota en el océano comparado con la magnitud real del problema.

“Evidentemente, la inestabilidad política -una guerra civil asoló el país entre 1996 y 2006- ha influido en la falta de medidas enérgicas contra el tráfico y ha fomentado la impunidad, pero aun así, no parece que los partidos políticos estén realmente interesados en incluir el problema de la trata en su agenda”, lamenta el presidente de Maiti Nepal.

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LA LARGA VUELTA A CASA

Los traficantes se dirigen a los sectores más pobres de la sociedad nepalí y proponen un futuro brillante (o al menos decente) para sus hijos a unos padres que incluso pagan por entregarlos, desesperados por no poder hacerse cargo de ellos.

“La falta de concienciación social sobre lo que supone este problema contribuye a que las cifras no disminuyan”, asegura Keshav Duwadi, responsable de la ONG Awaj Aviyan (Campaña de Denuncia) Nepal.

El trabajo de esta y otras organizaciones con grupos de mujeres, adolescentes y niños está siendo clave para concienciar sobre el tema del tráfico de personas entre estos sectores de la población nepalí.

“Hemos desarrollado un programa llamado ’15 pasos contra la trata de seres humanos’; nos reunimos una vez por semana y discutimos sobre cuestiones como esclavitud y explotación”, señala Duwadi y explica que una encuesta al final del programa ha mostrado que la autoestima y el nivel deconcienciación de la comunidad “han aumentado tremendamente”.

Por su parte, Maiti Nepal incluye entre sus actividades de prevención programas de radio y televisión, y actividades para empoderar a las chicas más susceptibles de caer en las redes de trata.

Pero además, estas ONGs participan en el rescate y la rehabilitación de las víctimas de trata.

En algunos casos, incluso se niegan a ser rescatadas por el estigma y la discriminación que sufren cuando vuelven a Nepal. La sociedad las rechaza y las culpa, explica Khadka, recordando que las autoridades no mejoran la situación al negarles en muchos casos la nacionalidad (en Nepal no se concede hasta los 16 años y muchas han salido del país antes de cumplir esa edad).

“En otras ocasiones aceptan que forma parte de su karma y lo aceptan como algo natural”, añade Duwadi.

Por ello, no dejan de repetir, la tarea de concienciación sobre este problema es fundamental.

Ayudar a todas las Josna a salir de la espiral de explotación y violencia, ayudarlas a reencontrarse con sus familias y apoyarlas para que encuentren una vía de salida y puedan ganarse la vida de forma digna es fundamental no sólo para las niñas, sino para el futuro de toda la sociedad nepalí.

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