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La Casa De Acogida

La Casa de Acogida a través de los ojos de Nepal Sonríe

Es la tercera vez que vengo a Hetauda y tengo la necesidad de escribir, pero antes creo que debo presentarme. Soy David, miembro del equipo de Nepal Sonríe. Mis palabras tendrán mayor o menor valor para los lectores y lectoras con esta información, pero creo que es imprescindible darla.

La primera vez que vine a Hetauda fue con una ONG ya desaparecida. La Casa de Acogida era un absoluto caos. No era el proyecto de esa ONG (tan solo mandaba voluntariado internacional) y no prestaba ni atención ni tiempo a una Casa de Acogida donde vivían 42 niños y niñas con muchas deficiencias y en unas condiciones casi infrahumanas. Entre esos 42 peques, en torno al 75% tenían una disfunción funcional (a grandes rasgos, un tercio, sordera; otro tercio, disfunción psíquica; y otro tercio, problemas de movilidad por la amputación de algún miembro), el 25% restante eran niños y niñas abandonados por sus familias.

Al regresar de Nepal fue imposible olvidar a estos peques, así que junto a otras personas maravillosas fundamos Nepal Sonríe, concienciados en que podíamos ayudar a paliar la situación a pesar de tener un escaso conocimiento sobre la cooperación internacional.

En el nacimiento de la ONG nuestra gasolina y motor fueron la ilusión, el amor y el convencimiento de que para lograr un mundo más justo es necesario el compromiso y el trabajo.

Segunda visita a Hetauda

Al año siguiente regresé a Hetauda, a la misma Casa de Acogida. Nepal Sonríe ya existía y habíamos asumido como proyecto propio a dicha casa y, con ello, se empezaban a implantar dinámicas colectivas. Eran los primeros meses de trabajo propio y nos volcamos en las necesidades básicas: nutrición, higiene, limpieza, salud y educación. Estábamos solo sembrando las primeras semillas de todo lo que se desarrollaría después pero, por primera vez en la Casa de Acogida, no se pensaba únicamente en cómo llegar al día de mañana, sino que empezaban a surgir planes a largo plazo para dotar de estabilidad a la casa y poder dar una oportunidad real a los beneficiarios.

casa de acogida de nepal sonrie en hetauda

Nepal Sonríe es un equipo y trabajamos colectivamente, pero no me perdonaría escribir esta entrada sin mencionar el increíble trabajo desarrollado por Irene Fernández –la presidenta de la ONG- en esta casa. Su trabajo, la calidad del mismo y su pasión fueron la piedra angular sobre el que se ha sostenido el proyecto.

Tercera visita a Hetauda

Lo que me ha movido a escribir ha sido mi tercera visita a Hetauda. Mi tercera visita a la misma Casa de Acogida pero, esta vez, tres años después. Han pasado más de 1000 días desde la última vez que vine y todo ha cambiado tanto, tanto…

Obviamente los que eran bebés ahora son niñas, las que eran niñas ahora son semiadolescentes y los que eran adolescentes han pasado a ser casi adultos, pero ese no es el cambio fundamental.

Nepal Sonríe ha avanzado mucho como ONG y ha desarrollado proyectos dentro de la Casa que repercuten muy positivamente en los niños y niñas.

Por ejemplo: clases de inglés, clases de refuerzo escolar o terapia ocupacional para los niños y niñas con disfunción funcional. Pero va mucho más allá; en la Casa se han establecido unas dinámicas de higiene, de limpieza, de cuidados y de respeto. Absolutamente todas las necesidades básicas están totalmente cubiertas. El trabajo colectivo realizado por Nepal Sonríe no se puede calificar de otra forma que exitoso.

clases de apoyo en la casa de acogida de nepal sonrie

Pero este trabajo hacia el colectivo requiere ahora de un análisis individualizado de cada niño y niña. Muchos llegaron a la Casa de Acogida con una mochila que, según crecen, se hace más visible y les lastra a pesar de estar en un entorno mucho más favorable que en el que estaban hace cinco años. Ahora ya no valen las dinámicas colectivas para tratar problemas individuales y autónomos de cada individuo.

Y ahí estará Nepal Sonríe, estoy seguro. El trabajo ya no consiste únicamente en dotar de una seguridad a una Casa de Acogida en concreto, sino de tratar que el día que finalicen su etapa en la casa, al cumplir 18 años, tengan una continuidad que les permita seguir estudiando o aprendiendo un oficio. Pero, eso sí, como ciudadanos y ciudadanas libres.

No puedo dejar de invitar a todos los voluntarios y voluntarias que hace 6, 5, 4 ó 3 años hicieron su voluntariado en Hetauda, a que vuelvan a realizar un voluntariado. Que vuelvan a Hetauda, a esta misma Casa de Acogida. Y que comprueben de primera mano el trabajo de Nepal Sonríe y los cambios ejecutados. Nadie mejor que ellos podrán corroborar estas palabras.

 

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