Menuka Dhakal, profesora del proyecto "After School Project" de Nepal Sonríe nos cuenta como está…
Testimonio de una madrina de Nepal Sonríe
Queremos trasladaros experiencias, en este caso el testimonio de una madrina de Nepal Sonríe. Nuria nos cuenta tanto por escrito, como en vídeo. Os dejamos con ella
Ya no recuerdo cuándo empecé a sentir algo especial por este país, Nepal. La verdad es que busqué una manera de acercarme, de ayudar y de sentirme útil para ellos hacía tiempo, pero fue después de la catástrofe de 2015 que decidí actuar. Entonces, encontré a Nepal Sonríe.
Decidí hacerme madrina de una de las niñas de la casa de acogida de Hetauda, y recibí fotos, un dibujo precioso y nos escribíamos cartas de vez en cuando. Todo aquello, de repente me hizo crear un vínculo especial con todos ellos, niños y niñas, voluntarios, maestras, y cuando me di cuenta, estaba deseando coger el avión que me llevaría por fin a Kathmandú, y a conocerles a todos en persona.
A partir de aquí, todo podría sonar a tópico, pero es una realidad. Desde el primer minuto me sentí como en casa, en cuanto llegamos, ya me habían hecho peinados, me habían preguntado mil cosas y yo, solo veía sonrisas alrededor.
La cuestión es que yo, poco podía imaginar que el día después haría el viaje más divertido de mi vida, desde la casa de acogida hasta la escuela en Bastipur, Haseko Indreni. Jamás me había reído tantísimo .No sabía que en un tempo tan pequeño, podían caber tantas personas.
En la escuela estaban de celebración y además de los niños, estaban algunas familias, y seguramente algunos que se apuntaron porque al pasar por delante, escucharon la música y las risas. Las profesoras cantaban, todos comían y bailaban y era imposible tomarse el té que ardía. Ellas, dos pequeñas hermanas (y que todos adoramos), hacían un truco magistral y me enfriaban el té con un arte singular, pasándolo de vaso a vaso. Me bebí dos vasos. Esos dos y muchos más. No dormí mucho esa noche, pero posiblemente no fue del té. Posiblemente fue de la emoción de algo que me atravesó un poquillo el corazón.
A la vuelta de Bastipur, en el mismo tempo, de nuevo estábamos apretadísimos, y llovía y tronaba y yo tenía una pierna fuera, totalmente empapada, pero había doce almas sonrientes que con sus carcajadas convirtieron ese viaje, en el más feliz.
Con Nepal Sonríe he aprendido muchas cosas, entre ellas, que se puede enseñar a ayudar. Que se puede implicar a toda una comunidad en un proyecto, y que se puede empujar a la mujer a controlar su vida, con amor y con cariño, con información y educación, sin perder de vista el país dónde están. Esta es, para mi, la única manera que existe para cambiar un futuro.
Nunca, jamás me olvidaré de ellos. Ni de esos momentos. Lo mejor de todo es que ahora yo, también soy parte de una familia que no para de crecer y de hacer grandes cosas a cambio de una sonrisa. ¿quién podría haberme explicado lo que sería para mí, convertirme en madrina?
No puedo hacer otra cosa, que emocionarme, cada vez, y agradecerles, siempre. No puedo hacer otra cosa que echarles de menos, y sonreír.
Esta entrada tiene 0 comentarios