Conocido es el dicho de que a Nepal se viene por las montañas, pero se vuelve por su gente. Y es que quien haya visitado este pequeño país situado entre el Tíbet (ocupado por China) e India, sabrá mejor que nadie que pocos lugares ofrecen al extranjero una acogida tan calurosa y familiar. No importa si se está perdido en las calles de Katmandú o en un pequeño pueblo entre montañas como Bastipur, sus habitantes siempre ofrecerán ayuda al visitante desorientado acompañando la experiencia con la mejor de las sonrisas. Por ello que sea tan difícil evitar enamorarse de Nepal y los nepalíes, tanto o más que dejar el país sin antes pensar en volver. Porque aunque no se domine el idioma local, el dicho de que una mirada vale más que mil palabras, permite acercarse a su gente, conocerlos, maravillarse y dejarse cautivar.
Diferentes rasgos muestran la rica variedad étnica de los nepalíes, y es que como resultado de su localización geográfica, aquí conviven más de 60 grupos étnicos que variarán según la zona en la que nos encontremos. De igual forma, diversas son las religiones que se practican, pero todas ellas bajo la más absoluta tolerancia y respeto, sin encontrarse apenas tensiones entre pueblos. Sin lugar a dudas, adentrarse en el Nepal profundo, acercará más al curioso a su rica cultura, su interesante historia y sus tradiciones. Puesto que mientras en las capitales los jóvenes siguen modas similares a las nuestras, las zonas rurales todavía mantienen las tradiciones que se han ido pasando de padres a hijos, en lo que respecta al matrimonio (todavía muchos de ellos acordados entre familias), la casta a la que se pertenece (que marca cómo el individuo se desenvuelve en la sociedad), la familia (donde se cuida de los mayores con sumo esmero y respeto), el trabajo (donde sigue predominando la agricultura) y los estilos de vida tradicionales.
Bien sea en ciudades grandes o pueblos, el visitante puede moverse tranquilo, con o sin plan, solo o acompañado, pues siempre habrá alguien dispuesto a dedicarnos su tiempo y ayudarnos a encontrar lo que estamos buscando. Resulta curioso que hablando con viajeros de toda procedencia y condición, todos coinciden en que en algún momento de absoluta desorientación, siempre apareció un ángel de la guarda que los acompañó, los guió o esperó pacientemente hasta que viniese el siguiente bus que sacase al desorientado de la situación de incertidumbre. Compartir un ajustado tempo para ir de Bastipur a Hetauda, o subirse al bus que te lleva a Chitwan, son experiencias extraordinarias que vivir en Nepal, donde poder sentirse como uno más, descontando alguna que otra mirada curiosa.
Una acogedora bienvenida o saludo siempre está garantizada, e irá acompañado de una profunda sonrisa y un cordial “Namaste”, que si bien se traduce como la forma de saludo genérico en nepalí, su significado va algo más allá de un simple “hola”. Es un “saludo a la parte divina que se tiene dentro” lo que desvela la espiritualidad que mantienen los nepalíes. Unas creencias y una cultura que los hace ser positivos y alegres, humildes y hospitalarios. Una felicidad y paz que contagia con el sólo hecho de compartir un instante, cruzar una mirada, alegrar con una humilde sonrisa.
Leer los relatos de algunos de los españoles que se encontraban en Nepal durante los terremotos del pasado año, transmite esa hospitalidad y altruismo que se vive y experimenta en este país de montañas. Una catástrofe que se llevó la vida de unas 10.000 personas, dejando sin casa a miles y tirando abajo templos milenarios. Pese a la magnitud de los hechos, los testigos desvelan impresionados la gran ayuda que recibieron de aquellos que no dudaron en compartir un techo, unas mantas, comida o incluso que acompañaron a turistas a sus embajadas o al aeropuerto. Estas historias consiguen poner la piel de gallina por la honestidad y cuidado con el que se expresa la predisposición de ayuda al otro, con la que se vieron sorprendidos en un momento de caos. Un pueblo que duramente mantuvo su sonrisa. Esa sonrisa que enamora y cautiva, y que deja grabado a fuego el pensamiento de querer volver, de tener que volver al Nepal, al menos una vez más.